Del libro LA AFRENTA OLVIDADA de Guillermo Guevara T. y editado por el Congreso de la República por gestión del Congresista tacneño Juvenal Ordoñez, les presento a continuación un breve recuerdo de lo que fue la clausura de los templos y escuelas durante la ocupación chilena y de la respuesta patriótica de sacerdotes y maestros:
MISA CON IGLESIA VACÍA Y PUERTAS CERRADAS
En un acto que muestra patéticamente la situación que vivían los fieles peruanos durante la ocupación chilena, Berroa (José Vitaliano Berroa y Bernedo. El problema religioso durante la ocupación chilena de las parroquias irredentas de la Diócesis de Arequipa-1879-1826-Lima, S/F) antes de embarcarse en el puerto de Arica, expulsado por las autoridades chilenas, rumbo a Mollendo: Celebró una misa en una iglesia vacía, a puertas cerradas, con la sola presencia del Secretario de la Gobernación Enrique Medina, mientras afuera, en la plaza, la feligresía patriótica impedida de ingresar a la misa, oraba de rodillas. Una vez concluido el acto, salió afuera a despedirse, mientras el chilenizador clausuraba la puerta del templo.
ESCUELAS PERUANAS EN LA CLANDESTINIDAD
En Arica fueron clausuradas las dos escuelas patrocinadas por la Sociedad de Auxilios Mutuos de Señoras (damas) y por la Sociedad Peruana de Beneficencia, (varones). Entonces se decidió establecer escuelas peruanas clandestinas bajo todas las medidas de seguridad, mientras las clausuradas fueron reemplazadas por escuelas chilenas. En Tacna también se decidió por una medida similar: las hermanas María y Celinda Marca recibían a sus alumnas por la puerta falsa de la casa Nº 988 en el barrio de Alto de Lima con frente a la Alameda.
La Patria Invisible –conceptuada por Jorge Basadre- empezó a desarrollarse en esas escuelas secretas y de ese tiempo heroico quedan estas dos imágenes entrañables:
- “Cómo olvidar la sensación, quizás falsa, de que hacíamos un acto clandestino pero bello al ir a aprender, a escribir y a leer no al magnífico Liceo dirigido por el señor Galicio sino a la pequeña escuela de doña Carlota Pinto de Gamallo”. (Tres recuerdos de Tacna. En: Vigil, Nº 2, junio de 1972.UNTAC).
- “Experimentábamos la sensación de ir a clases día a día como quien va a algo prohibido”. (Infancia en Tacna. Lima, 1959, Pág.10-11)
LA CLAUSURA DE TEMPLOS
En las sesiones secretas del Comité Chilenizador se estudió detalladamente el asunto de los sacerdotes peruanos, considerándolos agentes de peruanidad. Se clausuraron los templos en 1909, y se les expulsó en 1910.
El cruel Intendente Lira recibió en 1907 una comunicación del canciller chileno Federico Puga Borne, impulsándolo a profundizar la chilenización incluyendo el acto de dejar a la población sin servicios religiosos.
Administrativamente, el clero tacneño continuaba dependiendo de Arequipa, y los procedimientos de registros parroquiales, la predicación, los bautizos y los matrimonios seguían en su poder. Chile adoptó entonces diversas rutas para vencer ese poder, y al fracasar sus gestiones de captación (medidas diplomáticas, negociaciones con la Santa Sede y tratos directos con el Obispo arequipeño), utilizó la fuerza, basándose en el supuesto “derecho de patronato”, para expulsar a los curas peruanos que desde sus púlpitos hacían propaganda a la causa peruana.
Durante más de un año guardias armados apostados en las pocas iglesias tacneñas impidieron el acceso de sacerdotes y feligreses. El servicio religioso castrense instalado por Chile alcanzaba solamente a los militares y a sus familias:
- “Los niños son educados en sus casas, y los padres que no pueden hacerlo, mantienen con su ejemplo y con su palabra el santo amor a la patria. Las mujeres rezan en sus hogares, sin oír misa, sin confesarse, sin practicar ninguno de los sacramentos administrados por los curas enemigos”. (Carlos Téllez, La cuestión de Tacna y Arica, Lima, 1925, Pág. 6)
El sacerdote José Vitaliano Berroa levantó una capilla en su casa particular para recibir a sus feligreses, convirtiendo la adoración religiosa en una liturgia para la Patria Invisible, antes que en rito católico estricto. Juan Gualberto Guevara destacó por su valentía y persistencia, convirtiéndose posteriormente en el Primer Cardenal del Perú, y José Félix Andía (el Prebítero Andía), Vicario de Tacna, luchó incansablemente por mantener la peruanidad de sus fieles.
LA EXPULSIÓN DE SACERDOTES PERUANOS
Las protestas de parte de las autoridades peruanas por el atentado contra el culto que practicaba el invasor, no se hicieron esperar. Igualmente, damas chilenas defendían el derecho de culto de los peruanos, lo cual hizo que el Intendente Lira constatara que sus medidas no surtían el efecto deseado, proponiendo la expulsión física de los sacerdotes.
El 27 de febrero de 1910, se les otorgó un plazo de 48 horas para que abandonen el territorio, amparándose en una ley chilena que permitía expulsar a extranjeros que menospreciaban las leyes de Chile. Lira se encargó de su estricto cumplimiento, asegurándose que no ingresara a los territorios en conflicto ningún otro sacerdote peruano. Los sacerdotes de Arica apelaron a la Corte de Tacna, solicitando la revocación de la medida, y en un gesto aplaudido por los peruanos y un sector sensato de la opinión pública chilena, la Corte les dio la razón.
Lira desatendió el mandato judicial y procedió a la expulsión. Sendas operaciones policiales se operaron en Tacna y Arica para apresar y expulsar a los sacerdotes.
MISA CON IGLESIA VACÍA Y PUERTAS CERRADAS
En un acto que muestra patéticamente la situación que vivían los fieles peruanos durante la ocupación chilena, Berroa (José Vitaliano Berroa y Bernedo. El problema religioso durante la ocupación chilena de las parroquias irredentas de la Diócesis de Arequipa-1879-1826-Lima, S/F) antes de embarcarse en el puerto de Arica, expulsado por las autoridades chilenas, rumbo a Mollendo: Celebró una misa en una iglesia vacía, a puertas cerradas, con la sola presencia del Secretario de la Gobernación Enrique Medina, mientras afuera, en la plaza, la feligresía patriótica impedida de ingresar a la misa, oraba de rodillas. Una vez concluido el acto, salió afuera a despedirse, mientras el chilenizador clausuraba la puerta del templo.
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